sábado, 31 de agosto de 2013

Vuelta a casa

Esta soy yo saliendo del sanatorio,  doce horas después de la cirugía (Es ambulatoria pero como me operaron de noche,  tuve que quedarme hasta la mañana siguiente ).. algo que no conté y suele preocupar a los futuros operados es que la cirugía fue cubierta en un 100% por mi obra social,  incluidos los tornillos de titanio.

Dia 2

El día 2 se trata sobre todo de la rutina de los medicamentos,  de un poquito de depresión por el hermoso día que hace afuera,  y el consuelo de que al menos todas estas horas me permiten leer libros maravillosos y ver series buenisimas.  Por eso en mi kit de supervivencia están el Kindle,  la tablet y las drogas!!
De dolor nada,  sólo un pinchacito en un dedo al ir al baño,  y es que olvidé contarles que además de los juanetes,  me operé los dedos en martillo por lo cual tengo dos clavos y un tornillo en cada pie.  Suena peor de lo que es.

Dia 1

En la próxima entrada ya contaré cómo resultó la operación -básicamente indolora -, por hoy contarles que al día uno no siento nada de dolor y he podido movilizarme al baño sin problemas.  Principal molestia: el aburrimiento!

miércoles, 28 de agosto de 2013

Otro blog

Estoy a un día de mi operación y he encontrado este blog que desearía que todos los candidatos a la cirugía pudieran leer... ojalá mi experiencia se parezca a la de esta campeona. adiosjuanetes.blogspot.com.ar

domingo, 18 de agosto de 2013

Y así comenzó todo

Seguramente somos muchas las personas que, preguntadas sobre cuál es la parte que menos gusta de nuestro cuerpo, decimos “los pies”. En mi caso, desde chiquita sufría por no poder usar los mismos zapatos que las otras nenas, o porque, luego de convencer a mi mamá de que me comprara las chatitas más lindas de la vidriera, a mí no me quedaban igual que a las demás. En ese entonces, por supuesto, ignoraba que el problema eran “LOS JUANETES”, simplemente debía pensar que todos los pies eran iguales a los míos.
Con el tiempo, uno se acostumbra a hacer la vista ciega al 75% de los zapatos que se exhiben en las zapaterías, se acostumbra a elegir sólo entre el reducido número que tiene las franjas anchas y, obviamente, se olvida de todo lo que se parezca a una ojota. Por todo eso, y a mis 37 años, me decidí a dar vuelta la página y operarme de este incordio, llamado hallux valgus.
Obviamente fueron varias las veces que consulté, primero esperanzada y luego escéptica por la imposibilidad de tomarme dos meses de licencia, o el temor a la anestesia, o las terribles historias de sufrimiento post-op que uno oye o ve en internet. Es que la gente, a veces sin proponérselo, puede hacer comentarios inadecuados que sólo conducen al temor. Aún hoy, a diez días de mi operación, tengo que tolerar que haya gente de “de buena fe” me dice que ni loca me opere, que me voy a arrepentir, que no voy a aguantar el sufrimiento. Y entonces, a diez días, ¿cuáles son mis miedos reales?
1) Sufrir durante la operación: voy a operarme los dos pies a la vez, y por técnica abierta, así que se optó por la anestesia peridural. Si bien ya me la dieron para mi cesárea, no se puede comparar porque con los dolores del parto uno pide a gritos que le den cualquier cosa, incluida una inyección para caballos. Pero ahora de pronto me da miedo e impresión.
2) Sufrir, por supuesto, después de la operación: leí demasiadas historias de gente gritando del dolor o necesitando morfina. Nobleza obliga, también hay historias de gente que ni siquiera necesitó tomar ibuprofeno.
3) Convertirme en una discapacitada: terror de necesitar, por ejemplo, que mi marido tenga que acompañarme al baño, ayudarme a bañar y otras cosas que uno esperaría tener que soportar recién a los 90 años.
4) Que la situación doméstica se desmadre: ¿se podrán arreglar sin mí? ¿será consciente mi marido de que, al menos durante un mes, no podré hacer las compras, ni manejar, ni ser útil de ninguna manera?
5) Que en el trabajo caiga mal la licencia extendida
6) Que mis pies queden feos, o me aumenten un número (ya calzo 40), o me vea condenada a usar de por vida horribles zapatos ortopédicos.
7) Que la cicatriz sea peor que el juanete en sí En fin, algunos de mis miedos… aunque del otro lado por supuesto está la idea de poder finalmente lucir mis pies, elegir calzado sin pensar en el maldito juanete, dejar de tener vergüenza ante la mirada de los vendedores de zapatos.
Una de las decisiones más importantes que uno debe afrontar cuando se convence de operarse, es cirugía percutánea vs abierta. Están los detractores de la percutánea, que dicen que es más incómodo para el cirujano y por ende más factible cometer errores. Y están los que dicen que es genial, que se sufre menos, que obviamente la cicatriz ni se nota. Yo opté por la abierta, en parte porque los médicos de mi obra social sólo operan así, en parte porque confío en que hay muchos más años de práctica en esta técnica que en la nueva. Veremos.
Por ahora, mis pies son estos que se ven en la foto: lucen feos, duelen, me han impedido usar casi todos los zapatos lindos que soñé, y sin embargo… ahora que están por cambiar para siempre, les tengo un cariño especial, les agradezco todo lo obrado en estos 37 años, espero no hacerlos sufrir de más.